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Comercio fronterizo ha estado marcado por las tensiones

Mercado binacional

El Centro de Exportación e Inversión de República Dominicana (CEI-RD) estima que los 14 mercados alojan a unos 50,000 vendedores, 40,000 de ellos haitianos.Miles de personas cruzan la frontera entre Haití y República Dominicana con mercancías en la cabeza y en precarias carretas para participar en el polvorientos y hacinados mercados que representa un ingreso seguro para los pequeños productores dominicanos y la única forma que tiene parte de la población haitiana de acceder a productos alimenticios básicos.

Uno de ellos, en Dajabón, recibe cada día a unos 30,000 visitantes, en su mayoría compradores haitianos que cruzan la frontera sin necesidad de pasaporte y visa para adquirir alimentos, productos agropecuarios, de limpieza, hielo, agua, papel higiénico, utensilios, animales vivos y muertos y zapatos a fin de revenderlos en su país, que con un ingreso per cápita de 1,100 dólares anuales es el más pobre de América.

Escenas similares se repiten en otros 13 mercados que funcionan dos veces a la semana a lo largo de la frontera bilateral de 350 kilómetros.

El intercambio facilitado por la porosidad de la frontera- probablemente la menos vigilada del hemisferio occidental-, no obstante, se ha constituido en un punto de fricción entre los dos países que comparten la isla La Hispaniola, quienes quieren poner orden en el caos que es la frontera, pero apelando a distintos recursos. Y ninguna de las propuestas es vista con buenos ojos por la gente que acude a esos mercados.

El Gobierno dominicano sugiere formalizar un tratado de libre comercio, pero las autoridades de Haití pretenden reducir la frecuencia de los mercados y aumentar las regulaciones con la meta de cobrar por primera vez aranceles y fomentar la producción local.

“Eso no se puede; tendríamos muchas pérdidas”, dijo la dominicana Mariluz Montero, de 28 años, quien administra el negocio de su familia.
El almacén de los Montero vende al mayoreo desde hace una década pastas alimenticias, costales de maíz y aceites comestibles a clientes haitianos que viajan dos veces a la semana por maltrechas carreteras de terracería desde remotas localidades de Haití a Dajabón.

Las tensiones recrudecieron en junio cuando el gobierno de Haití restableció la prohibición de importar pollos y huevos, vigente desde 2008, con el argumento de que los productos avícolas dominicanos podrían ser portadores de fiebre aviar.

En un día de mercado, miles de haitianos se aglomeran desde tempranas horas en el puente fronterizo sobre el río Masacre, que separa a Dajabón de la localidad haitiana de Ouanaminthe, en espera de que las autoridades migratorias dominicanas abran la puerta de ingreso.
Los mercados funcionan desde hace dos décadas y no solo benefician a las empobrecidas poblaciones haitianas, sino que abren un mercado a los pequeños y medianos productores dominicanos para la colocación de productos que sería difícil exportar a otras naciones.

Los comerciantes haitianos son más

El volumen de las exportaciones dominicanas es mucho más grande que las haitianas, aunque hay más comerciantes haitianos que dominicanos participando en el mercado (60% a 40), según la Unión Europea, que financió la construcción del nuevo inmueble que aloja desde el 2012 al mercado de Dajabón, por considerarlo vital en el desarrollo fronterizo bilateral, y la ampliación de la aduana haitiana en esa zona. “El comercio es muy desigual en los mercados fronterizos, con un gran déficit para Haití, pero de todos modos los mercados son importantes”, dice la UE.

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