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Un mural gigante de Bogotá que saluda la paz en Colombia

Un mural gigante de Bogotá que saluda la paz en Colombia

Habitantes de una barriada de Bogotá y dos artistas franceses pintaron un mural gigante con la palabra «Paz», una obra de arte urbano que domina simbólicamente la capital de Colombia, cuando el país se encamina a poner fin a medio siglo de conflicto armado.

Con vistas a la avenida Circunvalar, que serpentea los Cerros Orientales conectando el centro de Bogotá con las zonas más acomodadas del norte, las enormes letras blancas de la palabra «Paz» contrastan sobre un fondo verde, violeta, rosado y azul, en un fresco pintado en las fachadas de las humildes casas de la barriada Mariscal Sucre.

«Hemos terminado la obra y justo unos días después han concluido la paz», celebra Spag, del colectivo de ‘street art’ Outsiders Krew sobre el fresco, completado mientras el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) estaban a punto de cerrar casi cuatro años de negociaciones.

El proyecto se inició en febrero y se llevó a cabo en 40 días entre julio y agosto.

«La palabra paz en este momento en el país es algo genial. Cuando comenzamos a hablar de esto, no sabíamos que esto iba a pasar», exclama el joven de barba roja mientras señala el fresco desde una escalera cercana, mirador perfecto para captar la magnitud de la obra que se extiende por 16 casas.

– 114 murales en todo el mundo –

En el marco de su proyecto «Share The Word» (Comparte la palabra), Spag y Seb Toussaint, compañeros de aventuras y nacidos ambos en Caén, de la región de Normandía, en el noroeste de Francia, viajan por el mundo desde hace tres años para colorear barrios pobres con palabras elegidas por quienes viven allí.

«Se hizo un consenso con los habitantes», confirma a la AFP Pablo Parra, presidente de la junta de acción comunal de Mariscal Sucre, considerando «formidable» que el mural contenga la palabra «paz» cuando Colombia avanza un proceso para terminar un conflicto armado fratricida, que ha dejado unos ocho millones de víctimas, entre ellas 260.000 muertos.

«Es de gran significado para nosotros, no solamente para el barrio sino para Colombia», agrega este hombre de 58 años, con una amplia sonrisa que entrecierra sus ojos claros.

De Manila a El Cairo, de Katmandú a Nairobi y de la «jungla» de los migrantes de Calais a Yakarta, «hemos pintado 114 murales, cada uno conteniendo una palabra: familia, sueño, fe…», dijo Seb desde Francia, adonde regresó la semana pasada.

A estas obras, publicadas en su blog outsiderskrew.com, se suma ahora el fresco de Mariscal Sucre.

El barrio sin embargo ya figuraba allí: en 2014, los dos artistas de 28 años habían dejado impresas «felicidad», «humildad», «amor». Pero cada una de las 16 palabras aparecían en una pared distinta, incluyendo «honestidad» en la de don Pablo, de la cual está muy orgulloso.

800 litros de pintura, 40 días, 16 casas –

«Spag y yo teníamos un sueño: pintar un mural en varias casas, que se viera desde lejos», explica Seb. La idea de hacerlo en Bogotá tomó forma gracias a contactos en el sitio, entre otros, con Juanita del Portillo, de la Universidad Javeriana situada debajo de la barriada, y que en parte financió el proyecto.

Responsable de la asociación de voluntarios de la universidad, la joven de 25 años precisa que se buscó «construir un gran mural donde participen diferentes personas, habitantes de la comunidad y estudiantes, voluntarios de diferentes estratos sociales».

En Mariscal Sucre muchos están encantados, como Franklin Bravo, un desempleado de 61 años: «Se ve muy bonito» en vez de tener «paredes allí peladas» de ladrillos, dice.

Unos 800 litros de pintura fueron necesarios y una veintena de personas colaboraron. Pero con las casas construidas escalonadas sobre una ladera de la montaña, «era más complicado de lo habitual», recuerda Seb.

Imposible pintar una pared entera desde una escalera. Los artistas tuvieron que colgarse con arneses para llegar a ciertos puntos. A veces parecían incluso equilibristas sobre las vigas de techos precarios, de chapas onduladas.

«Una vez Seb caminó en un techo y se cayó dos metros más abajo en la casa de alguien, así, con el balde y la pintura en la mano», cuenta Spag entre risas, pero los daños fueron rápidamente reparados y el artista quedó solo con alguna contusión

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