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Entre millennials y un toque de queda

Por: Lucía Montes de Oca Zimbrón

Santo Domingo.-Eran las 5:30 del viernes 20 de noviembre; un bar ubicado en el centro de la ciudad capital se volvía cada vez más concurrido; tras cada 20 minutos se sentaban personas de fresco semblante visiblemente pertenecientes a la denominada “generación millennial “; vestían de trajes, chaquetas, camisas, corbatas, tenis y leggins. La formalidad y la casualidad confluían en el mismo espacio.

En una de las mesas situadas afuera del negocio, una pareja conversaba desde las 5:47; el celular permanecía boca abajo, el joven no dejaba de gesticular mientras ella no paraba de reírse a medida que se inclinaba hacia adelante, impedida de escuchar con claridad por el volumen de la música.

Más adelante habían grupos de cuatro, tres y hasta siete personas; conversaban simultáneamente, algunos, con mascarillas en sus rostros mientras sonaba el fragmento de una canción, “maldito año nuevo y lo que me trajo, me botaron del trabajo”, interpretada por el conocido cantante urbano “Bad Bunny”.

Al fondo del pasillo que bordeaba la entrada del establecimiento, una joven de pelo rubio que llevaba puesta una camisa blanca con pantalones de vestir, se paraba súbitamente de su mesa para recibir a otra; una vez de frente, ambas intentaron contener el impulso de un abrazo hasta que una se abalanzó sobre la otra portando amplia sonrisa, se apartó de ella,le sostuvo el rostro y nuevamente la abrazó mientras ambas sonreían y reían visiblemente emocionadas.

Para las 7:51, las mesas distribuidas bajo probables protocolos sanitarios, parecían guardar más distancia entre ellas que las personas en el lugar. Los grupos de cuatro y de siete personas hacían ingentes esfuerzos para no cruzar la barrera de la distancia pero el latino espíritu parecía jugarles en contra.

La pareja que conversaba desde las 5:47 continuaba platicando; en el vaso de la joven se observaban unos últimos cubos de hielo derretirse mientras que la cerveza del muchacho se había acabado; sus celulares seguían boca abajo en la mesa, al tiempo que sus gestos y risas no evidenciaban receso en el diálogo.

Una chica de blusa negra y pantalones altos sostenía la mano de un joven, mientras se balanceaba de su otro brazo, se acercó y le susurró algo al oído, lo sostuvo de la mano, se quitó su mascarilla y le dio un beso en la mejilla. Él voltio de imprevisto hacia ella sonriéndole de vuelta.

El cielo que hacía rato amenazaba con dejar caer agua de sus entrañas, cumplió su cometido,“Vamos a recoger que ya son las 8:15”, le dijó un joven a una de las camareras.

Así como llegaron los ocupantes de la estancia, el lugar se desoló en tan solo minutos. Mesa a mesa, se fueron levantando a paso apurado; recogían sus pertenencias, encendían  sus vehículos; chocadas de manos desde las puertas de sus carros…continuaban despidiéndose.

«Loca muévete, que no’ agarra el toque de queda», decía una de las últimas ocupantes mientras sostenía su cartera en una mano y una mascarilla en la otra.

Fotografía por: LMZ.

 

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